-Obedecía cuanto declamaba el menú de cena de fin de año del restaurante La Odisea, a cien metros de la catedral y otros tantos de la Jefatura Superior de la Policía, en un callejón llamado Copons, y a copón sagrado le sonaba el nombre a Carvalho, que recordaba blasfemias descafeinadas de su padre, un me cago en el cupón que no llegaba a me cago en el copón.
-Aperitivo: mejillones con muselina al ajo, hojaldres de anchoas, otros entretenimientos, regado todo con cava Odisea.
-¿Tenéis cava para vosotros solos?
Sin parpadear aclaró el restaurador que además se contaba con el Mas-Via de Mestres, cosecha de 1973.
-Ensalada de endivias con hígado de pato al vinagre de cava, mil hojas de setas a las finas hierbas, lubina con ostras a la aceituna negra, civet de jabalí con puré de castañas, sorbete de palosanto, camembert rebosado con confitura de tomate, hojaldre de café, repostería, turrones, café, y en cuanto a vinos, blanco reserva Chardonay Raimay y tinto Odisea, cosecha del 78.
No quería el restaurador rebasar la distancia clientelar, aunque Carvalho acudía con frecuencia en busca de sus platos de hígado de oca, pero nuevos eran Biscuter y Charo, y aunque poco respeto inspiraba la artificial jactancia del feto, Charo sabía comportarse y estaba guapa, decantada por el blanco maquillaje y las orejas a la última etapa de papel y la vida de La dama de las camelias.
-Por cinco mil leandras ya podrá dar todo esto, eh, jefe.
El jefe era para el restaurador que recibió el quite moral de un guiño de ojo de Carvalho.
-Déjalo Antonio, es que mi amigo es un competidor tuyo.
-¿Tiene un restaurante?
-Más que un restaurante es un lavabo con cocina, pero allí hace maravillas.
-Si yo tuviera condiciones, jefe, si yo tuviera medios técnicos.
Pero la bondad del menú fue venciendo la resistencia crítica de Biscuter, que aprovechaba cuantos acercamientos efectuaba el restaurador para felicitarle, llegando el caso de que se levantó a la altura del camembert rebozado y acompañado de confitura de tomate, estrechó la mano del dueño y proclamó para que le oyera medio restaurante:
-Le felicito porque sólo a un genio se le ocurre rebozar el camembert.
Y una vez en la mesa, colorado de vinos y calorías, Biscuter se abrazó a Charo y sentenció un rotundo:
-Había que decirlo porque ha sido una cena de puta madre, jefe, cojonuda, y yo y usted, jefe, estamos en condiciones de decirlo porque sabemos de esto. Y usted, señorita Charo, por proximidad a nosotros algo debe saber también. A nosotros no se nos engaña con cuatro chorradas. Sabemos reconocer las cosas bien pensadas y bien hechas. Las cosas fermas. ¿Eh, jefe?
-Aperitivo: mejillones con muselina al ajo, hojaldres de anchoas, otros entretenimientos, regado todo con cava Odisea.
-¿Tenéis cava para vosotros solos?
Sin parpadear aclaró el restaurador que además se contaba con el Mas-Via de Mestres, cosecha de 1973.
-Ensalada de endivias con hígado de pato al vinagre de cava, mil hojas de setas a las finas hierbas, lubina con ostras a la aceituna negra, civet de jabalí con puré de castañas, sorbete de palosanto, camembert rebosado con confitura de tomate, hojaldre de café, repostería, turrones, café, y en cuanto a vinos, blanco reserva Chardonay Raimay y tinto Odisea, cosecha del 78.
No quería el restaurador rebasar la distancia clientelar, aunque Carvalho acudía con frecuencia en busca de sus platos de hígado de oca, pero nuevos eran Biscuter y Charo, y aunque poco respeto inspiraba la artificial jactancia del feto, Charo sabía comportarse y estaba guapa, decantada por el blanco maquillaje y las orejas a la última etapa de papel y la vida de La dama de las camelias.
-Por cinco mil leandras ya podrá dar todo esto, eh, jefe.
El jefe era para el restaurador que recibió el quite moral de un guiño de ojo de Carvalho.
-Déjalo Antonio, es que mi amigo es un competidor tuyo.
-¿Tiene un restaurante?
-Más que un restaurante es un lavabo con cocina, pero allí hace maravillas.
-Si yo tuviera condiciones, jefe, si yo tuviera medios técnicos.
Pero la bondad del menú fue venciendo la resistencia crítica de Biscuter, que aprovechaba cuantos acercamientos efectuaba el restaurador para felicitarle, llegando el caso de que se levantó a la altura del camembert rebozado y acompañado de confitura de tomate, estrechó la mano del dueño y proclamó para que le oyera medio restaurante:
-Le felicito porque sólo a un genio se le ocurre rebozar el camembert.
Y una vez en la mesa, colorado de vinos y calorías, Biscuter se abrazó a Charo y sentenció un rotundo:
-Había que decirlo porque ha sido una cena de puta madre, jefe, cojonuda, y yo y usted, jefe, estamos en condiciones de decirlo porque sabemos de esto. Y usted, señorita Charo, por proximidad a nosotros algo debe saber también. A nosotros no se nos engaña con cuatro chorradas. Sabemos reconocer las cosas bien pensadas y bien hechas. Las cosas fermas. ¿Eh, jefe?
Manuel Vázquez Montalbán, LA ROSA DE ALEJANDRÍA, 1984
2 quesos Camembert
Harina
1 huevo
Pan rallado
Aceite de oliva
Para la confitura de tomate:
900 grs. de tomates rojos (tipo pera)
300 grs. de azúcar
PREPARACIÓN:
Preparamos la confitura de tomate. Para ello, hacemos unos cortes a los tomates en horizontal y en vertical, y los escaldamos en agua hirviendo durante un par de minutos. Sacamos del agua y los pelamos. Los ponemos en un cazo a fuego medio e incorporamos el azúcar. Dejamos cocer durante unos 30 minutos. Después, podemos colar, pasar por un chino, triturar o dejarlo tal cual para que tenga mas cuerpo. Reservamos
Cortamos el Camembert en porciones. Lo pasamos por harina, huevo batido y pan rallado por este orden. Ponemos una sartén con abundante aceite de oliva y, cuando esté bien caliente, freímos los triángulos de Camembert 1 o 2 minutos por cada lado. Dejamos escurrir en papel de cocina.
Acompañamos con la confitura de tomate por encima.
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